Necesitamos lavarnos todos los días, y de hecho nos lavamos. Pesamos que estamos limpios, pero si pudiéramos mirarnos y vernos la piel, encontraríamos muchas impurezas que no sabríamos como disimular o cubrir.
Estamos más sucios que lo que vemos, y vemos muy poco. Necesitamos mirar con los ojos del corazón, y ver nuestro interior. Donde las erupciones de nuestro propio volcán arrojan la lava de la envidia, del egoísmo, del odio y muchas cosas más.
Estamos más enfermos que lo que pensamos, y necesitamos limpiarnos. Sólo el Señor nos puede sanar, y una sanación eterna.
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