martes, 21 de julio de 2015



Cuando hablamos del amor lo encuadramos en la familia y amigos. Un círculo algo más lejano puede extenderse a los amigos y gente conocida. Pero ya con los extraños y desconocidos es otra historia.

Y no hablemos de los enemigos. Se nos hace difícil aceptarlos y más ayudarlos. Sin embargo hablamos del amor aceptando esa paradoja. Algo igual ocurre con los bebés abandonados. Levantamos la voz y acusamos al culpable, pero, ¿y los abortos? ¿No son también bebés abandonados?

Jesús defiende la amistad, pero la extiende a todos, amigos y enemigos. Y es en estos en donde pone el acento, porque es el distintivo característico de los cristianos, amar a los enemigos. Pues, nos dice: ¿qué mérito tendría amar a los amigos, eso lo hacen todos? Un buen proyecto sería tratar de ponerlo en práctica.

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