Gracias Señor por el placer de comer. Sería un tormento
pedir el apetito. Por experiencia sé que eso es terrible. Y también gracias por
tantas cosas con las que sentimos placer y, por eso, nos gusta y atraen.
Pero, sobre todo, Señor, gracias por quedarte bajo las
especies de Pan y Vino. Y quedarte para que, sirviéndonos de alimento
espiritual, podamos vivir en Ti e imitarte por el camino de nuestra vida.
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