Sin embargo, el mundo te vence si no te agarras al Señor. ¿Y
cómo me agarro? Con el silencio, la reflexión y, sobre todo, con la oración,
penitencia y la Eucaristía.
No hay otro camino. Puedes equivocarte y creer que con las
cosas de este mundo puedes alcanzar la felicidad, pero es sólo apariencia y
falsedad. La Verdad está sólo en el Señor Jesús.
Y él nos lo dice de forma clara y firme: “Yo soy el Pan de
Vida bajado del Cielo, quien come de este Pan vivirá eternamente”. El problema
empieza y habita en nosotros, porque no nos los creemos y rechazamos el plan y
la oferta del Señor.
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