La vida es un camino que a veces se tuerce, pero no comprendiendo el por qué y, excluyéndonos
nosotros, buscamos justificaciones para que otros paguen por nuestras culpas o
justifiquen nuestro cambio de actitud.
Nos sentimos con derechos, y los exigimos. Sin embargo no
luchamos con la misma fuerza por los derechos de otros. Incluso, sucede que
permanecemos pasivos ante la tragedia de los demás.
Muchos sufren
cautividad injusta y son despojados de sus derechos de libertad. Pero otros no
se hacen eco, ni tampoco hacen lo que realmente debe hacer, evitar esas
injusticias. Resulta fácil en muchos momentos echarle la culpa a Dios porque Él
no protesta ni nos hace daño.
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