El joven rico cumplía con los mandamientos desde pequeño,
pero al parecer eso no basta cuando nuestro corazón está apegado a las
riquezas.
Porque el mero cumplimiento no nos salva ni nos libera.
Limitados a cumplir con la norma, actuamos de forma despreocupada e indiferente
ante los problemas de los demás.
Y eso nos esclaviza y no nos deja amar. Seguir a Jesús exige,
por encima de todo, amar. Y el amor implica tener en cuenta a todos aquellos
que sufren.
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