El encuentro con Jesús exige
vivencia interior y experiencia de encuentro y quien lo ha tenido queda marcado
e impregnado de su amor y encendida su fe. Y eso se manifiesta en su vida y en
un giro total que cambia el sentir y vivir de su manera de actuar.
Difícilmente se puede olvidar
esa experiencia, porque llena plenamente el corazón y mueve a amar tal y como
te sientes amado por Jesús. Y porque te llena de gozo y felicidad al
experimentar darte y entregarte al servicio gratuito y por amor.
La oración es ahora el vehículo que abre el diálogo
con el Señor. Un diálogo que nace de lo más profundo del corazón y que
experimenta el sentimiento del hijo que encuentra descanso, ternura, cobijo,
cuidado y salvación en su Padre.
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