Experimentar que, a pesar
de todos los obstáculos que la vida nos pone, el mundo es un camino de
esperanza donde podemos alcanzar la plenitud, es la opción más ilusionante y
valiosa que podemos elegir. Porque, terminado ese camino, empieza el nuevo, el
verdadero, el eterno y pleno.
Claro, experimentar eso es
tener claro que nuestro destino no está en este mundo. Está fuera de él, y para
recorrerlo tenemos nosotros que también hacerlo con nuestro corazón fuera de
él, a pesar de estar dentro. Nuestro destino es el Reino de Dios. Un Reino que
llegó con la llegada de Jesús de Nazaret.
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