Pero lo que no se puede ni
debe hacerse es comprometerse públicamente ante la comunidad y ante Dios,
sacramento del matrimonio, para luego querer romperlo. ¿Entenderíamos que Dios
rompiera su compromiso de Amor y Misericordia con nosotros? Razones para ello
hay suficientes.
Nosotros, al contraer
matrimonio libremente y voluntariamente ante Dios, nos comprometemos a amarnos,
marido y mujer, tal y como Dios nos ama. Al menos a intentarlo y, con su
Gracia, ir superando todos los obstáculos que nos salen al paso. Que saldrán y
no faltarán.
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