viernes, 10 de junio de 2016


Pero lo que no se puede ni debe hacerse es comprometerse públicamente ante la comunidad y ante Dios, sacramento del matrimonio, para luego querer romperlo. ¿Entenderíamos que Dios rompiera su compromiso de Amor y Misericordia con nosotros? Razones para ello hay suficientes.

Nosotros, al contraer matrimonio libremente y voluntariamente ante Dios, nos comprometemos a amarnos, marido y mujer, tal y como Dios nos ama. Al menos a intentarlo y, con su Gracia, ir superando todos los obstáculos que nos salen al paso. Que saldrán y no faltarán.

Por lo tanto, no entra dentro de lo lógico separarnos sino luchar para sostener esa unión. Y cuando se hace en verdad y justicia, todo, aunque nunca será fácil, se podrá sostener, porque estamos con el Señor. Es verdad que pueden presentarse circunstancias difíciles de resolver, pero eso lleva un tratamiento personal y muy particular para cada caso.

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