sábado, 10 de septiembre de 2016



El corazón es el centro de la bondad o la maldad de las personas. Pero el corazón se puede cambiar y cultivar para que se transforme en un corazón limpio y puro. Para eso somos libres, para elegir entre el bien y el mal. Claro, la cuestión estriba en que sólo no podemos transformarnos porque el pecado nos puede.

Para transformarnos necesitamos confiar en el Señor, que viene precisamente a cambiar el corazón de piedra de los pecadores. Por la fe y en manos del Señor podemos transformar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, suave, bueno y misericordioso. 

Y eso hay que buscarlo y pedirlo, porque el Señor ha venido para dárnoslo. Pidamos, pues, que, por la Gracia del Espíritu Santo, nuestro corazón de piedra sea transformado en un corazón de carne amoroso y misericordioso como el del Señor.

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