El corazón es el centro de la
bondad o la maldad de las personas. Pero el corazón se puede cambiar y cultivar
para que se transforme en un corazón limpio y puro. Para eso somos libres, para
elegir entre el bien y el mal. Claro, la cuestión estriba en que sólo no
podemos transformarnos porque el pecado nos puede.
Para transformarnos
necesitamos confiar en el Señor, que viene precisamente a cambiar el corazón de
piedra de los pecadores. Por la fe y en manos del Señor podemos transformar
nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, suave, bueno y
misericordioso.
Y eso hay que buscarlo y pedirlo, porque el Señor ha venido para dárnoslo. Pidamos, pues, que, por la Gracia del Espíritu Santo, nuestro corazón de piedra sea transformado en un corazón de carne amoroso y misericordioso como el del Señor.
Y eso hay que buscarlo y pedirlo, porque el Señor ha venido para dárnoslo. Pidamos, pues, que, por la Gracia del Espíritu Santo, nuestro corazón de piedra sea transformado en un corazón de carne amoroso y misericordioso como el del Señor.
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