Experimentar que cuando te
ofenden sientes deseo de venganza e inclinación a replicar esa ofensa es lógico
y normal por nuestra condición humana. Estamos tocados por el pecado que nos
hace débiles y nos impulsa a la réplica. Pero no seguimos a Alguien violento,
sino todo lo contrario.
Jesús regaña, y no es
habitual en Él, esa actitud de sus discípulos Santiago y Juan y les invita a
seguir el camino. Seguir el camino es seguir dispuesto a perdonar
misericordiosamente y a olvidar esas ofensas que recibimos mientras caminamos.
Jesús ha venido para amar, no para condenar.
Y esa es, o debe ser, nuestra constante, no perder de vista el amor y el consecuente perdón misericordioso. Seguir a Jesús es abrirse y estar dispuesto a este compromiso. Difícil e imposible según nuestra condición humana, pero fácil y vencible injertado en el Espíritu de Dios.
Y esa es, o debe ser, nuestra constante, no perder de vista el amor y el consecuente perdón misericordioso. Seguir a Jesús es abrirse y estar dispuesto a este compromiso. Difícil e imposible según nuestra condición humana, pero fácil y vencible injertado en el Espíritu de Dios.
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