Buscamos el éxito, pero un
éxito caduco, porque el que queremos no lo encontramos en este mundo, y menos
por los caminos que nos ofrece el mundo en que vivimos. Lo efímero no es
exitoso realmente, sino aparente y limitado. Lo que procede es buscar y apostar
por lo pleno, lo que perdura eternamente.
Porque, lograda la plenitud,
quedaremos satisfechos para la eternidad, y eso es lo que vive y anhelamos en
nuestro corazón. Lo caduco no puede satisfacer nuestras ansias de gozo y
felicidad. Por lo tanto, tratemos de perseverar en la Palabra de Dios, porque
ella es Eterna y nos conduce a la plenitud gozosa.
Conviene no desesperar sino, pacientemente y
perseverando, confiar en la Palabra de Dios y seguir sus mandatos e
indicaciones según su santa Iglesia, que Él, el Señor, nos ha dejado
constituida bajo el primado de Pedro y sus sucesores sin interrupción hasta
hoy.
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