Hay muchas clases de luces, pero ninguna te alumbra el
verdadero camino que conduce a la paz y el gozo eterno. Sólo hay una Luz que te
lleva a la alegría de la Vida Eterna. Es esa Luz que Bartimeo supo, siendo
invidente, descubrir en la oscuridad de su propia vida.
Quizás, muchos de nosotros que vemos la luz del sol no
llegamos a ver la verdadera Luz que vio, siendo ciego, Bartimeo. Pidamos la
capacidad de poder verla, porque, no porque podamos ver con nuestros ojos podemos
verla. Es una luz que hay que ver con los ojos de la fe. Y eso le pertenece
darlo a Dios.
Abramos los ojos de
nuestro corazón y aguantemos nuestra mirada fija en el Señor. Él nos abrirá los
ojos de la fe y nos dará la luz que nos ilumine para ver. Ver realmente el
camino que nos conduce a la verdadera salvación. Precisamente la que Él nos da.
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