Nos olvidamos pronto de dónde
venimos. Los malos momentos se nos olvidan enseguida cuando aparecen los
buenos. Ya no recordamos quiénes éramos o de dónde venimos. Y cuando prosperamos
pensamos que se debe a nuestras cualidades y talentos. Nos endiosamos y nos
creemos fuertes y suficientes.
En ese contexto, la idea de
Dios Padre se emborrona y se nos olvida. No necesitamos ningún Dios, porque nos
hemos puesto nosotros como nuestro propio dios. Y nuestras cualidades,
merecidas, las utilizamos para enriquecernos y disfrutar de la vida. Porque nos
lo merecemos.
Pero, llegará el momento de que tengamos que rendir
cuentas y de describir cómo y dónde hemos gastado y empleado nuestros talentos
o cualidades. Porque se nos han dado para que las utilicemos para el servicio y
beneficio de los que, sobre todo, las necesitan. Por lo tanto, miremos que
hacemos con nuestros talentos recibidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.