Por eso, aquellos que se cierran a escuchar la verdad de
otros, creyéndose ellos en la verdad, dejan al descubierto su necedad y poca
inteligencia. Porque es sabio quien se sabe pequeño y necesitado de escuchar y
ver las pequeñas verdades de los otros. Pues así, incluso, descubre su propia
sabiduría con respecto a los demás.
Por eso, la verdad solamente llegará a aquellos que saben
abajarse y humillarse ante el conocimiento de los otros. Incluso de los
pequeños, que por estar más necesitado del saber se abren más fácilmente a las
verdades. Y esa es la razón por la que el Evangelio llega y se descubre a los
que humildemente se abren esperanzados en encontrar esperanzas de salvación.
Y así es, porque son
los pequeños, los privados de libertad, los marginados y necesitados los que
necesitan ser curados y también los más propensos a abrirse a la Palabra de
Dios. Tratemos, pues, de ser humildes, pequeños y pobres de espíritu y abrirnos
a la Palabra de Dios.
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