El Evangelio de hoy nos habla de forma concreta sobre el
anciano Simeón. Esperaba ver al Mesías prometido antes de morir, y la presencia
del Niño Dios en el templo, al que él acude llevado por el Espíritu de Dios, le
hace decir: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo
se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a
la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu
pueblo Israel».
También nosotros
podemos decir hoy que Jesús, el Niño Dios nacido en Belén, está entre nosotros.
Está, pero quizás nuestros ojos permanecen cerrados y en tiniebla. Está en
todos aquellos para los que tú te haces servicio y amor. Porque cuando lo haces
a alguien que lo necesita, se lo estás haciendo al Señor.
Por eso, a cada instante que tú te das, te
muestras disponible, sensible, atento y misericordioso, el Niño Dios está
naciendo dentro de ti. Cada momento que tú compartes, soportas, tienes
paciencia y construyes espacios de paz y fraternidad, está realizándose el
nacimiento del Niño Dios dentro de tu corazón.
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