jueves, 29 de diciembre de 2016

El Evangelio de hoy nos habla de forma concreta sobre el anciano Simeón. Esperaba ver al Mesías prometido antes de morir, y la presencia del Niño Dios en el templo, al que él acude llevado por el Espíritu de Dios, le hace decir: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».
                     
También nosotros podemos decir hoy que Jesús, el Niño Dios nacido en Belén, está entre nosotros. Está, pero quizás nuestros ojos permanecen cerrados y en tiniebla. Está en todos aquellos para los que tú te haces servicio y amor. Porque cuando lo haces a alguien que lo necesita, se lo estás haciendo al Señor.

Por eso, a cada instante que tú te das, te muestras disponible, sensible, atento y misericordioso, el Niño Dios está naciendo dentro de ti. Cada momento que tú compartes, soportas, tienes paciencia y construyes espacios de paz y fraternidad, está realizándose el nacimiento del Niño Dios dentro de tu corazón.

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