miércoles, 28 de diciembre de 2016


Moverse siempre es complicado. Moverse de un lugar a otro; moverse espiritualmente en camino de conversión; moverse en actitud de servicio; moverse en ir cambiando y mejorando como persona; moverse en crecer en virtudes y actitudes bien intencionadas y rectas.
                                                          
Salir de uno mismo siempre presenta dificultades y esfuerzos. Y el Espíritu de Dios nos invita siempre a movernos. Movió a María, a José, a Abrahán, a Moisés…etc. Posiblemente también nos mueva a nosotros, pero, ¿por qué no lo advertimos o notamos? ¿Estamos lo suficientemente atentos?

Sucede que el mundo en el que vivimos nos distrae. Y cada vez más. Vivimos en la era de la tecnología digital. Móviles y otros medios nos roban el tiempo y nos impiden reflexionar y pensar. Indudablemente, se nos hace más duro y difícil movernos. Estamos paralizados por el mundo. Tendremos que salir de él para escuchar al Espíritu de Dio.

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