Hoy nos fijamos en María. Y observamos que siendo una
persona muy humilde, sencilla y, aparentemente, insignificante y pobre, atrajo
la mirada y la atención de muchos, creyente y no creyente. Se hace difícil
encontrar un pueblo, por insignificante que sea, que no tenga a María como
patrona bajo alguna advocación mariana.
El Magnificat descubre como a María, desde que le es
anunciada su maternidad Divina por el ángel Gabriel, la felicitarán todas las
generaciones. Y así sucede, ha sucedido y sucederá siempre hasta el final de
los tiempos, tal y como se ha profetizado. María es Madre, y Madre de todos los
hombres. Y una Madre nunca se cansa de esperar.
María así lo vivencia
en su vida hasta los últimos momentos a los pies de la Cruz. María es Madre
paciente, perseverante, dócil, fiel y confiada en la providencia de Dios. Es
Madre que cobija, reúne y une bajo su amparo a los hijos que caminan en torno a
su Hijo, y abre sus brazos, en su Hijo, a todos los hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.