No hay mayor regalo que la
propia vida. Sabemos cómo se produce y de donde nace, pero no sabemos por qué y
cómo. Si, conocemos la vida y su concepción, y los protagonistas que la fecunda,
pero como la semilla, ¿quién la fabricó? Se nos hace un misterio inexplicable.
Mucho podemos, como aquellos
fariseos y escribas, justificar y alegar, pero el don de la vida es un misterio
y sólo, quien es capaz de crearla y hacerla vivir será quien la puede también
donar y regalar. La vida es nuestro mayor regalo. Se nos ha dado para también
transmitirla y cuidarla, y, sobre todo, para amarla.
Y la amamos cuando la cuidamos, la protegemos y la
transmitimos. Y cuando somos capaces de darla por el bien de todos. En eso
consiste el amor. En estar dispuesto a dar la vida por el otro. Así nos lo dice
Jesús, y así también lo hizo. Nos la regala y nos la defiende y nos la promete
hacerla eterna en gozo y felicidad.
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