Todo pecado lleva en sus entrañas traición. El uno quiere
ser más que el otro. Ahí está el peligro, porque lo verdaderamente importante,
no es ser más, sino servir más. Esa actitud exige mucha humildad, porque quien
sirve más se hace mayor y se reviste de más autoridad.
El poder reside no el conocimiento ni en la fuerza o la
sabiduría, sino en el servicio. Es decir, en el amor. Quien ama más, más es
amado y respetado. Luego, el amor te da el poder y la autoridad. De ahí que la
Cruz, donde murió en Señor por amor, es el signo más grande de victoria, que
nos salva y nos resucita.
Por eso, Jesús nos dice: En verdad, en verdad os
digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a
Aquel que me ha enviado. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
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