Siempre hay esperanza de que el bien, verdad y belleza, se
imponga al mal, mentira y feo. Porque eso es lo que quiere todo hombre que se
precie de ser hombre. Nadie quiere mentir, y menos luchar y matar. Pero, las
malas hierbas tientan y despiertan la envidia, la vanidad, la soberbia y
amenazan destruir la buena semilla.
Y no hay solución. Se ha de vivir con esa amenaza y peligro.
Junto a la buena semilla plantada, crece la mala hierba, que, sin darnos
cuenta, quizás cuando dormíamos, el Maligno plantó. Por eso no estamos solos.
El Espíritu Santo nos acompaña y nos defiende y asiste para ayudarnos a
defendernos y a evitar que la mala hierba nos destruya.
No perdamos la fe. La
palabra acogida en nuestro corazón crecerá y se extenderá, iluminando la verdad
con justicia y belleza. Y los hombres se cobijaran en ella, porque el final
traerá a los segadores, ángeles del Señor, para emprender la siega. Y aquellos
que no sean trigo bueno serán atados en gavillas para arrojarlos y quemarlos al
fuego.
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