jueves, 31 de agosto de 2017

El hombre no sabe el tiempo ni la hora. El momento final es el resultado de la suma de momentos que conforman nuestra vida. De tal forma que no podremos cambiar el resultado final, si durante el camino de nuestra vida nuestros actos han sido malos y en desacuerdo con nuestro bueno corazón. Por eso, necesitamos prepararnos, y eso exige una atenta y constante actitud de prepararnos.

Por eso, nuestro Señor ha dejo instituida su Iglesia, en la que podemos, unidos a los demás, prepararnos y estar en constante y permanente vigilia. Por eso, el Señor ha instituido los sacramentos, para fortalecernos en ellos y, asistidos en el Espíritu Santo, vencer las dificultades que nos salen al paso.

Sobre todo, el Sacramento de los Sacramentos, la Eucaristía. Donde está el Señor real y presente, bajo las especies de pan y vino. Y donde se transforma en nuestro alimento espiritual para convertir nuestro corazón de piedra en un corazón de carne amoroso y misericordioso. Por eso, nuestra vigilancia debe ser constante y, siempre, dentro o cerca de la Iglesia.

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