La convivencia es el espacio que nos da la oportunidad de
demostrar nuestro amor al Señor. De modo que vivir en la hipocresía rompe todo
esfuerzo por convivir en paz y fraternidad. Porque, amar no consiste en
soportar la mentira y la injusticia, ni los intereses de los que buscan, quizás
sin darse cuenta, satisfacer su ego personal.
Jesús, el Señor, los descubre y señala con dureza: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen
bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia!». Y no deja lugar a duda. Porque muchos cristianos, aún de
forma irreflexiva e inconsciente, practicamos la doble vida.
Tratemos, a la
Luz del Espíritu Santo, descubrir nuestra hipocresía y esforzarnos en
presentarnos puros, sinceros, honrados y justos ante los demás. Tratemos de no desear nunca nada que
nosotros no deseemos, y, aún así, pidamos siempre luz para encontrar siempre el
buen discernimiento en la verdad y la justicia.
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