domingo, 6 de agosto de 2017

Jesús se muestra tal como es. Hace visible su naturaleza Divina también junto a la humana ya conocida. Se Transfigura como Señor del Antiguo y Nuevo Testamento con la presencia de Moisés – La Ley – y Elías – los Profetas - . Nos anuncia su Resurrección y que es el Hijo amado, predilecto del Padre, enviado para ser escuchado.

Él es nuestra salvación y a ello aspiramos por medio del Bautismo, pues en él somos, por su Gracia, admitidos como verdaderos hijos de Dios y coherederos con Él, de su Gloria. Ya podemos cargar confiados y en paz con las cruces de nuestras vidas y vivir en la esperanza de resucitar para siempre con un cuerpo glorioso como el de Jesús.

Porque, resucitaremos unidos a la carne corporal con la que hemos vivido y a nuestra alma espiritual, semejantes al Señor. Sólo imaginar eso nos alienta y nos impulsa al esfuerzo, de cada día, de parecernos e imitar más al Señor. Y eso no es sino de vivir en el ejercicio del amor. Sobre todo a los enemigos.

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