Si pensamos un poco detenidamente y serenamente,
comprenderemos que nada se sacaría con mandar a un muerto resucitado a este
mundo. Porque, los que lo vean, posiblemente quedarían impactado, pero luego,
como la semilla entre la cizaña, terminará por dejarlo como algo que ocurrió y,
quizás, fue un sueño.
Y es que pruebas no nos faltan, y todo sigue igual. Incluso,
los apóstoles, que seguían a Jesús y presenciaron sus milagros y resurrecciones,
tenían dudas de la Resurrección de Jesús. Recordemos a los de Emaús o a Tomás.
El sentido común nos dice que lo más lógico es aparecerse a los que le
esperaban y estaban dispuestos a creerle.
El ejemplo lo tenemos en el mismo Herodes - Pero,
¿cómo, ha resucitado y se queda igual? ¿No sería eso un signo y prueba para
plantearse su fe? Lo dicho, justificamos nuestras posturas sin razones que las
justifique. Nos auto engañamos.
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