sábado, 5 de agosto de 2017

Si pensamos un poco detenidamente y serenamente, comprenderemos que nada se sacaría con mandar a un muerto resucitado a este mundo. Porque, los que lo vean, posiblemente quedarían impactado, pero luego, como la semilla entre la cizaña, terminará por dejarlo como algo que ocurrió y, quizás, fue un sueño.

Y es que pruebas no nos faltan, y todo sigue igual. Incluso, los apóstoles, que seguían a Jesús y presenciaron sus milagros y resurrecciones, tenían dudas de la Resurrección de Jesús. Recordemos a los de Emaús o a Tomás. El sentido común nos dice que lo más lógico es aparecerse a los que le esperaban y estaban dispuestos a creerle.

El ejemplo lo tenemos en el mismo Herodes -  Pero, ¿cómo, ha resucitado y se queda igual? ¿No sería eso un signo y prueba para plantearse su fe? Lo dicho, justificamos nuestras posturas sin razones que las justifique. Nos auto engañamos.

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