viernes, 4 de agosto de 2017

No nos cuesta mucho darnos cuenta que a quienes conocemos nos cuesta más convencer. Convencer de algo que compromete y que, quizás, está oculto a los ojos superficiales y cómodos. Porque, ver al Señor no es fácil, ni se puede ver con cualquier ojo. Se necesita, no sólo tenerlos abiertos, sino algo más.

Porque, muchos teniéndolos abiertos y también los oídos, no han visto ni han oído. Se hace necesario abrir los ojos del corazón y llenarse de mucha humildad y confianza. Pero, también, mucha caridad. Y eso implica un chorro de renuncias. Renuncia a estar dispuesto a perder esta vida para ganar la verdadera.

Me pongo en tus Manos, Señor, y te dejo mi vida para que Tú, sabiendo que deseas lo mejor para mí, la conduzcas por el buen camino. Porque, Tú, Señor, lo sabes todo y todo lo has creado para darme gozo, alegría y vida eterna. Y yo, aún no entendiendo, me fío de Ti, Señor, y acepto confiado tus mandatos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.