No nos cuesta mucho darnos cuenta que a quienes conocemos
nos cuesta más convencer. Convencer de algo que compromete y que, quizás, está
oculto a los ojos superficiales y cómodos. Porque, ver al Señor no es fácil, ni
se puede ver con cualquier ojo. Se necesita, no sólo tenerlos abiertos, sino
algo más.
Porque, muchos teniéndolos abiertos y también los oídos, no
han visto ni han oído. Se hace necesario abrir los ojos del corazón y llenarse
de mucha humildad y confianza. Pero, también, mucha caridad. Y eso implica un
chorro de renuncias. Renuncia a estar dispuesto a perder esta vida para ganar
la verdadera.
Me pongo en tus
Manos, Señor, y te dejo mi vida para que Tú, sabiendo que deseas lo mejor para
mí, la conduzcas por el buen camino. Porque, Tú, Señor, lo sabes todo y todo lo
has creado para darme gozo, alegría y vida eterna. Y yo, aún no entendiendo, me
fío de Ti, Señor, y acepto confiado tus mandatos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.