El Evangelio de hoy habla de eso. Nos dice que dos hijos desobedecieron
al padre. Uno, porque le negó lo que le pedía; el otro, porque aparentó
obedecerle, pero luego no lo hizo. Ambos le engañaron, sin embargo, el primero,
aun negándole lo que el padre le pidió, tuvo arrepentimiento e hizo la voluntad
del padre.
Esa, la actitud del primero, es la verdadera. Porque, incluso habiéndole
engañado, hizo lo que el padre le había pedido. Y lo hizo porque comprendió su
error y tuvo dolor de corazón. Es decir, arrepentimiento. Es eso lo importante,
tener dolor de corazón y arrepentirnos, porque eso nos dará siempre la
oportunidad de ser perdonados.
Nuestra naturaleza es
débil y propensa a pecar. Y nuestro camino es un combate diario por evitar el
pecado. Sin embargo, será difícil no caer, pero siempre tendremos la
oportunidad de levantarnos e irnos perfeccionando. Por eso, el Señor nos habla
de su Misericordia, y eso es lo que ha venido a buscar. Que seamos
misericordiosos como Él lo es con nosotros.
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