Es lógico y de sentido común que el empleado sirva al patrón,
y cuando haya cumplido con su deber no espere a que se lo agradezcan, pues ha
hecho lo que se le había mandado y para lo que se le había contratado. Su paga está
incluida en su contrato.
Sin embargo, no sucede eso en muchos casos. Hay obreros que
esperan más y se molestan si su labor no es correspondida con alguna recompensa
o reconocimiento. Recibimos lo acordado, pero estimamos que merecemos más y
pedimos más por nuestra labor y compromiso.
Algo así debe
ocurrirnos a nosotros, pues habiendo recibido todo gratuitamente, queremos que
se nos gratifique más por nuestras buenas obras. Supongo que si leemos el
Evangelio de hoy –Lc 17, 7-1o- nos quedará todo bien claro. Nuestra recompensa
está ya pagada y, simplemente, nos espera cuando hayamos cumplido con nuestra misión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.