miércoles, 15 de noviembre de 2017

Suele ocurrir,  incluso en las mismas familias, que se mueven y se relacionan buscando intereses. Sus amistades están fundamentadas en las conveniencias, favores e intereses. Y les señalan a sus propios hijos con quienes le convienen tener relaciones de amistad. Por eso, cuando este interés decae, el alejamiento y olvido nace repentinamente.

El Evangelio de hoy nos cuenta esa escena que muy bien retrata, no sólo aquella época de Jesús, sino todas las épocas, también la nuestra. De los nueves leprosos curados, sólo uno toma conciencia del regalo de su curación y vuelve para agradecerlo. Los otros nueves, curados, se han olvidado de quien los ha curado.

Igual nos puede estar ocurriendo a nosotros. Se nos ha dado la vida y la opción de salvarnos para la eternidad y hacemos mutis por el foro sin tomar conciencia de lo que realmente estamos haciendo. Nos olvidamos de quien nos ha salvado y no le reconocemos ni le damos gracias. Quedamos sometidos a las seducciones de este mundo y nos perdemos.

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