Hay un gran problema en nuestra vida, y es que no sabemos
discernir lo que es verdaderamente importante de lo que no lo es. Si esto es
así, sucede que gastamos nuestro tiempo en conseguir cosas que no son
importantes ni significan nada para nuestros más profundos deseos. Así, tomamos
lo superfluo y dejamos lo verdaderamente importante.
Y, de esta forma, pasamos nuestro tiempo en el esfuerzo de
atesorar cosas en este mundo, tales como bienes, obras de artes, riquezas…etc.,
que luego se quedan aquí y no son eternas, y dejamos de lado aquello que
realmente nos da la vida eterna. Es decir, insistimos en lo caduco y desistimos
de lo eterno.
Con este panorama,
deducimos que mal gastamos nuestro tiempo y esfuerzo en cosas caducas, y no lo
empleamos para insistir en pedir lo que verdaderamente nos interesa y a quién nos
interesa. Es el caso que nos plantea el Evangelio de hoy sábado –Lc 18, 1-8-
donde se nos anima a insistir y no desfallecer.
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