La vida se pasa rápido y, en el mejor de los casos son pocos
los días que puedes decir que eres feliz, porque en estas cosas del mundo no se
encuentra la plena felicidad. Ni siquiera en este mundo. Todo es una antesala
para llegar a la plenitud, que sólo está y se encuentra en el Señor.
Al final, descubriremos que cambiamos oro por basura, pues
todo lo de aquí abajo es caduco. Sólo perdura y vale el amor. El amor vivido
como referencia de servicio proyectado en los demás. De modo que quien pierda
su vida, la gana. Y quien, aparentemente, la gana aquí abajo, descubrirá que la
pierde.
Conviene abrir los
ojos y escrutar dentro de nuestro corazón, pues en él está impresa la huella de
Dios. Ese Dios que nos busca y nos advierte que sólo en Él está esa vida gozosa
y plena de felicidad que todos buscamos, y que, quizás dormidos por el tintineo
del mundo equivocamos el camino.
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