Y de igual forma, Jesús no vendrá con estruendo ni con
ruidos que llamen la atención, porque Jesús no busca destacar ni sorprender.
Jesús busca salvarnos y nos avisa con humildad y con su presencia en nuestro
corazón. Se ha quedado dentro de nosotros y nos llama a vivir en el amor.
No pretendamos correr detrás de Él, porque cuando llegue el
momento se dejará ver como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro
del Cielo. Ese es el Señor que vendrá a cumplir su Palabra y su Promesa. Pero,
primero, padeció mucho y fue rechazado por esta generación.
No sabemos el día ni
la hora. Nos lo ha repetido varias veces, y su venida será repentina, sin
avisar, como rayo fulgurante, nos dice el Evangelio. Una venida llena de luz y
de gloria, pues será para llevarnos con Él a la Vida Eterna. Esperanza que nos
mantiene expectante y vigilantes. Vigilantes desde nuestro corazón, donde le
encontramos y donde ya gozamos de su presencia.
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