La vida es un tiempo precioso, porque es el tiempo con el
que cuentas para salvarte. Has llegado a ella contaminado por tu propia
naturaleza humana, pero con la posibilidad de poder limpiarla. Y esa es la
misión, la de purificarte, para limpio poder recuperar tu dignidad de hijo de
Dios.
Hoy, Juan, conocido como el Bautista y Precursor, empieza su
misión anunciadora. Proclama y grita en el desierto la llegada inminente del
Reino de Dios. Invita a enderezar los caminos y al dolor y arrepentimiento de
los pecados. Ello exige reconocerte pecador y reconocer que el que viene tiene
poder para perdonar tus pecados.
Él se abaja y reconoce que no es el Mesías. Su misión es
anunciar su llegada y preparar su camino. Y Proclama: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de
desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con
agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo».
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