miércoles, 10 de enero de 2018

Jesús no viene a curarnos las enfermedades de este mundo. Jesús viene a salvarnos de la condena y muerte de este mundo, para darnos la vida eterna. Otra cosa que se compadezca de nosotros en muchos momentos y nos saque del apuro presente. Pero su misión no es esa. No busca fama ni privilegios, ni que le sigan por curarlos.

Sólo deja de manifiesto que es bondadoso y misericordioso, y que está dispuesto a perdonar y salvar a todos aquellos que se acogen a su Misericordia y se reconocen pecadores. Esa es su verdadera misión y la que quiere transmitirnos. No se trata de salvarnos ahora, sino de salvarnos de este mundo para vivir en el definitivo, junto a Él y eternamente.

Necesitamos comprender eso. No se trata de ir detrás de Él para obtener milagros y curaciones, sino buscarle para que transforme nuestro corazón y nos salve. Buscarle para que nos limpie nuestro leproso corazón de las lepras de este mundo que nos someten y esclavizan. Porque, su Misericordia y Amor nos redimen para siempre.

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