lunes, 22 de enero de 2018

La envidia y la impotencia te llevan a veces a decir lo que no piensas ni se sostiene por sí misma. Todo vale con tal de salvar la situación aunque para ello haya que decir disparates sin sentido. Sin embargo, todo, hasta los mayores disparates son perdonados, pero lo que no se puede perdonar es tu dolor y tu falta de arrepentimiento. Eso es absolutamente necesario.

La actuación y proclamación de Jesús molestaba mucho. La novedad de la Buena Noticia compromete y, de ser aceptada, exige salir de uno mismo, de romper tu propio estatus y despojarte de muchas cosas en las que ya estabas instalado. Hay inseguridad de dejar tus seguridades y eso te lleva a enojarte y a defenderte buscando razones que te justifiquen.

Y, llegado el momento, se produce el disparate. Acusan a Jesús de actuar por y en nombre del demonio. No saben cómo defenderse ni qué decir. Caen en el sinsentido y en el error. Nadie puede dividirse, pues de hacerlo se debilitarían y amenazarían su propia subsistencia. La locura los pierde y descubre sus necedades.

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