No cabe ninguna duda que le damos más importancia a las
cosas materiales que a las espirituales. Buscamos aquello que nos procura
felicidad inmediata y dejamos lo que no parece que nos vaya a generar felicidad
inmediata. Por lo tanto, miramos para nuestras cosas y no nos importan las de
los demás.
Nos lamentamos y aparentamos compasión, pero no nos
implicamos en solucionar los problemas de los demás. Vivimos inmersos en
nosotros mismos y buscamos todo aquello que nos procura felicidad sin
comprometernos en y con el sufrimiento de los demás.
Hay muchas tragedias
y dramas que no podemos hacer mucho, pero, al menos estar disponible, colaborar
y, sobre todo, rezar. No cabe ninguna duda que todo lo que hagamos, por
insignificante que nos parezca, contribuirá a mejorar el mundo en el que
vivimos. Y en eso debemos implicarnos y comprometernos.
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