Nos sorprende oír y escuchar a Alguien que tiene plena
confianza en Él mismo. Eso nos resulta muy sorprendente y novedoso. Fue lo que
ocurrió con Jesús de Nazaret. La gente se admiraba de cómo enseñaba y con la
autoridad que lo decía. Estaba seguro de sus Palabras, porque tenía confianza
en su Padre, que lo había enviado.
Y todo lo que decía tenía inmediato cumplimiento. Todo se
sometía a su Palabra y a su Poder. Hasta los espíritus inmundos le obedecían.
Eso era algo inaudito, pues nunca se había visto nada igual. Sorprendía esa
forma de enseñar y de decir las cosas. Todos se admiraban de su forma de
proclamar y su fama crecía por toda la comarca.
Pero, ¿qué nos ocurre
a nosotros? ¿Nos fiamos de su Palabra? ¿Distinguimos y experimentamos esa autoridad
de la que se habla? ¿Creemos que realmente es el Mesías enviado y que nos salva
y libera del pecado? ¿O pensamos que es uno más? Dar respuesta a esas preguntas
nos pondrá en el lugar que realmente ocupamos hoy respecto a Jesús.
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