Hay momentos en la vida que tu intención no va en sintonía
con tus acciones. Ignoras un botón y pensando que no ocurrirá nada, la
consecuencia de apretarlo es fatal. ¿Eres culpable de eso? Posiblemente seas
culpable de una negligencia, pero ignorabas las consecuencias. La ley te
castigará, pero dentro de tu corazón no había intención ninguna de ocasionar
tal tragedia.
Está claro que la culpabilidad de los hechos tiene que ser
mutua y coincidente entre el corazón y la acción. No eres culpable de hacer
algo que no querías, aunque tus actos te delaten como culpable. Y en eso tiene
que ver mucho tu propia misericordia, porque la falta no está sólo en el hecho,
sino también en la intención.
Por lo tanto, mira
para adentro y revisa tu corazón, porque el pecado nace ahí. De tal forma que,
a pesar de que tus ojos y manos ejecuten un acto impuro y contrario al amor,
tendrá que ser acogido, querido y consentido desde lo más profundo de tu
corazón. Luego, tu misericordia debe estar siempre disponible a perdonar si hay
arrepentimiento, pues Dios lo hace contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.