Los judíos, el pueblo elegido por Dios está supeditado a
Moisés y los profetas. Sus vidas están atadas a la Ley de Moisés y todo avance
queda supeditado a ella. Para los judíos eso era muy importante y les impedía
aceptar algo nuevo. La subida al monte Tabor marca un punto de inflexión que
huele a nuevo y a crecimiento.
Los discípulos que acompañan a Jesús ven a Moisés y a Elías
hablando con Jesús, y oyen la voz del Padre que dice: «Este es mi Hijo amado, escuchadle». Es decir, ahora hay que
seguir a Jesús y seguirle significa hacer lo que Él nos diga. Todo lo antiguo
queda supeditado a Él y perfeccionado en Él. Por lo tanto, Él es el Camino, la
Verdad y la Vida.
Es la hora también de
bajar al camino y continuar la marcha. No podemos quedarnos en el monte mirando
a Jesús, sino desde su mirada seguirle en el camino de nuestra propia vida. Y
seguirle significa mirarle en cada persona, especialmente en los que sufren y
son excluidos de la sociedad, porque ellos son sus preferidos, a los que ha
venido a salvar.
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