El hombre humilde es aquel que reconoce que no es perfecto y
que en su vida hay momentos de fracaso, de errores, de debilidades y de
pecados. El hombre humilde es aquel que se confiesa pecador y no trata de
ocultar ni aparentar ser perfecto. Ni se jacta de que es mejor que otros.
Esa arrogancia y desfachatez sienta muy mal, porque en
realidad es una falsa apariencia y una mentira. Y la mentira no gusta a nadie.
Duele saberse engañado y un engaño rompe la amistad y hace mala la convivencia.
Siempre será mejor reconocer las propias debilidades y tratar de corregirse.
Ese es el camino de la verdad.
Por eso, el hombre
humilde es bien recibido y su mérito de presentarse tal como es y reconocerse
imperfecto e hipotético pecador le enaltece y le justifica. Mientras que, el hombre
arrogante, suficiente y prepotente no es bien recibido ni su conducta le
justifica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.