sábado, 10 de marzo de 2018

Resultado de imagen de Lc 18,9-14 por Fano
El hombre humilde es aquel que reconoce que no es perfecto y que en su vida hay momentos de fracaso, de errores, de debilidades y de pecados. El hombre humilde es aquel que se confiesa pecador y no trata de ocultar ni aparentar ser perfecto. Ni se jacta de que es mejor que otros.

Esa arrogancia y desfachatez sienta muy mal, porque en realidad es una falsa apariencia y una mentira. Y la mentira no gusta a nadie. Duele saberse engañado y un engaño rompe la amistad y hace mala la convivencia. Siempre será mejor reconocer las propias debilidades y tratar de corregirse. Ese es el camino de la verdad.

Por eso, el hombre humilde es bien recibido y su mérito de presentarse tal como es y reconocerse imperfecto e hipotético pecador le enaltece y le justifica. Mientras que, el hombre arrogante, suficiente y prepotente no es bien recibido ni su conducta le justifica.

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