Sabemos que el mal está entre nosotros y que nos atrae.
Nuestra condición humana, tocada y herida por el pecado, es vulnerable a las
pasiones, ambiciones, avaricia y egoísmos. La soberbia se apodera de nuestro
ser y nos conduce por malos caminos. Necesitamos liberarnos de tal esclavitud,
pero nos sentimos esclavos y encadenados.
La muerte nos amenaza y suplicamos mirar al Señor para
liberarnos. No tendremos escapatoria si no somos capaces de acudir al Señor. Él
es nuestra única esperanza y nuestra única posibilidad de salvación. Se hace
preciso creer en Él. Necesitamos creer en Él.
Nos lo ha demostrado
en todo momento. Lo último ha sido enviar a su Hijo para que todo el que crea
en Él no perezca, sino que tenga Vida Eterna. Sólo quiere amarnos y que le
dejemos amarnos. Nuestra obstinación es tan necia que nos resistimos a su amor
y preferimos las tinieblas. Seamos capaces de reflexionar y dejemos entrar la
Luz en nuestros corazones.
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