lunes, 5 de marzo de 2018

Resultado de imagen de Lc 4,24-30
Jesús no pasa por convencer a nadie. Cuando actúa lo hace por compasión y conmovido por el sufrimiento de las personas. Sobre todo con los pobres y excluidos. Huye del espectáculo y de las actos sensacionales que le piden los sabios y entendidos de su pueblo. No ha venido a convencer a los suficientes y a los arrogantes.

Por eso, le recuerda el auxilio a la viuda de Sarepta y a Naamán el sirio. Una viuda y otro leproso. Enfermedades que excluían a las personas y las dejaba a merced de su destino y pobreza. Se necesita un corazón humilde y sencillo para acoger la Palabra y la acción de Dios. Se enfadan y no aceptan el reproche que Jesús les dice.


Quieren que Jesús actúe y que les convenza. Y eso no entra en los planes de Dios, porque envía a su Hijo para que creamos en Él. Basta su Palabra y también sus obras, que siempre son hechas a favor de aquellos que creen en Él y se lo piden con humildad porque lo necesitan.

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