Seguramente, Pedro estaría viviendo lo mismo que nos sucede
a cada uno de nosotros. Estaría cansado de perdonar y experimentaba que sus
fuerzas estaban agotándose poco a poco. Intuía que llegaba al límite de sus
fuerzas y quiso saber de labios de Jesús cual era el límite. Posiblemente, se
quedaría asombrado cuando oyó la respuesta de Jesús.
Esas setenta veces siete tienen un significado perpetuo. Tenemos
que estar dispuestos a perdonar siempre, porque siempre nos perdona Jesús. La
parábola que nos pone nos deja meridianamente claro como tenemos que perdonar,
y que nos espera si no perdonamos.
Porque, eso es lo
mismo que si no amamos. Amar contiene que lo que no deseas para ti tampoco
debes desearlo para otro. Y lo que quieres para ti, lo quieres también para
otro. Igual tenemos que hacer con el perdón. Si queremos ser perdonados,
también nosotros tendremos que perdonar.
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