La lectura del Evangelio no se entiende desde una lectura
descomprometida o simplemente como un lector que quiere conocer la historia de
un pueblo. La lectura del Evangelio sólo se puede entender desde el compromiso
que es Palabra viva que hoy se está cumpliendo en nosotros. Es también tu
historia y también tu momento.
Porque, refiriéndonos al Evangelio de hoy, ¿no estás tú y yo
en muchos momentos en la piel de Judas Iscariote? ¿Acaso no has traicionado a
Jesús por esas treinta monedas de plata encarnadas en un placer, en una
ambición de poder o de suficiencia?
¿No te sientes
interpelado cuando has ocupado el puesto de Pedro negando o disimulando al
Señor ante tus amigos o en aquel ambiente concreto? Posiblemente hemos callados
en muchos momentos porque hablar nos comprometería o por miedo al ridículo.
Cada palabra del Evangelio nos habla de nosotros y nos invita a cambiar.
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