No cabe duda que si no tienes, al menos algo, de fe, no buscas ni ruegas que te atiendan. Cuando, albergas la esperanza de que te cures
ese mal, estás aflorando la fe que tienes. Es posible que no sea mucho, pero de
eso se encargará el Señor si se lo pides.
Porque la fe es un don de Dios. No se compra ni se tiene por
aplicación de, ejercicios y cumplimientos. Fe es creer y fiarse de aquel que lo
que dice lo cumple. Y en Jesús concurren todas esas condiciones. La última fue
su Resurrección.
Sin embargo, a pesar de tantos milagros y tantas obras de
amor, lo hombre somos propicios a abandonarle y a darle la espalda por el más
mínimo motivo. Queremos constantemente que nos pruebe y demuestre su divinidad.
Pidamos la fe y dejémonos guiar por el Espíritu Santo. Amén.
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