Creemos todo lo que nos dicen y nuestra imaginación vuela el
día de reyes o el día de los regalos. Somos niños y depositamos toda nuestra
confianza en nuestros padres. ¿No va a ser nuestro Padre del Cielo más grande y
más generoso? Claro que sí, y nos dará todo lo que le pidamos siempre y cuando
sea para nuestra salvación.
Porque, nuestro Padre del Cielo ha enviado a su Hijo, no
para llenarnos de regalo y acomodarnos en esta vida, sino todo lo contrario.
Para prepararnos a vivir una vida como la de su Hijo, dándose a los más
necesitados y entregando su vida por amor para, renunciando a la suya, pagar el
rescate por la nuestra y llevarnos a la Casa de su Padre.
Pero, esa preparación
exige nuestra colaboración y nuestro esfuerzo. Necesita de nosotros que
pongamos toda nuestra confianza en su Hijo y que creamos en Él como enviado por
el Padre. Y abramos nuestros corazones a la acción del Espíritu Santo, que será
enviado cuando el Hijo retorne a la Casa del Padre. Entonces, el Espíritu Santo
nos guiará también a nosotros.
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