Estamos equivocados cuando creemos que el bien está
reservado a nuestros grupos y que fuera de ellos no se puede hacer. Creemos,
muchas veces, que a la Iglesia está reservada el privilegio de hacer el bien y
todo el que lo haga fuera de ella no le es válido.
Juan manifiesta ese grave error en el Evangelio de hoy y Jesús
le rectifica: «No se lo impidáis, pues
no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de
hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros». El
bien está abierto a todos aquellos que tenga voluntad de hacerlo y con buenas
intenciones.
Es el Espíritu Santo
quien distribuye los dones entre los hombres y mujeres que se abren a la acción
de su Espíritu. No están destinados a unos grupos u hombres en concretos, sino
a todos aquellos que tengan buena voluntad y deseos de hacer el bien. Quienes
así actúan no están contra la obra de Dios.
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