jueves, 24 de mayo de 2018

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Jesús no se ha ido, se queda en la Eucaristía. Nos da su Cuerpo y su Sangre para alimento de nuestro espíritu y fortaleza contra todos los obstáculos y tentaciones que el mundo nos pone a nuestro alcance. Nos conforta con su presencia Eucarística para que nos mantengamos firmes, esperanzados y alegres. Él no se ha ido, está y sigue con nosotros hasta su segunda venida.
                       
Vivimos con la esperanza de construir el Reino de Dios. Ese es nuestro objetivo mientras andamos por este mundo. Sabemos de nuestras pobrezas y limitaciones, pero también sabemos que Jesús está con nosotros, presente en cada Eucaristía, y que también ha bajado el Espíritu Santo para fortalecer nuestro camino y nuestra lucha.

El camino no es llano, ni tampoco fácil. La lucha es dura, pero conscientes de que vamos acompañados y que el triunfo está asegurado. Es posible que no lo veamos ni que tampoco lo experimentemos. Es posible que, incluso, pensemos que lo hacemos mal y hasta que retrocedemos, pero El Espíritu de Dios va con nosotros y nuestros caminos torcidos los endereza.

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