Nuestra vida, para la que se nos ha hecho libre, dependerá de nuestro humilde esfuerzo y colaboración con el Espíritu Santo, porque será
Él quien nos lleve de su Mano hacia el encuentro con Jesús. Antes tendremos que
pasar la prueba de este mundo y compartir nuestra muerte con el Señor.
Él es el único que nos acompañará en tan importante momento.
Ese será nuestro pasaporte, que nos llevará a vernos con el Señor, junto al
Padre, y a sentirnos alegres y felices hasta el punto de olvidar todas nuestras
penurias, trabajos y sacrificios y darlos como buenos. Y como una oportunidad
para alcanzar el encuentro con el Señor.
De esta forma, el
camino de nuestra vida, a pesar de sus tristezas y sufrimientos, es una única
oportunidad para compartir con el Señor, desde la Cruz, su mismo camino. Ya nos
ha dicho Él que a nosotros nos pasará lo mismo, y que el discípulo no es más
que el maestro. Por tanto, vivamos alegres y esperanzados, porque vale la pena
seguir al Señor.
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