Sostenerse durante dos mil años, a pesar de sus propios
conflictos y divisiones, la Iglesia es la prueba palpable de la presencia del
Espíritu Santo. Nunca una comunidad pudo sobrevivir, fiel a su misión, tanto
tiempo y sostenerse firme y esperanzada. Y, con paso alegre y esperanzado,
continúa la misión que le ha sido encomendada por su fundador.
La presencia del Espíritu Santo es importante e
imprescindible y hace al hombre fuerte ante las tentaciones que el mundo le
presenta. En Él y por su Gracia, el hombre encuentra el poder y la fortaleza
para rechazar las dificultades y obstáculos con los que el pecado le tienta.
Por lo tanto, es necesario que no se aparte de Él y le abra su corazón.
Y no sólo el Espíritu
es la fortaleza en la que el hombre se ampara, sino que da a los apóstoles la
sabiduría y el poder de perdonar los pecados asistidos por el Espíritu. Hoy es
un día grande para la Iglesia porque con la llegada del Espíritu empieza su
andadura que dos mil años después continúa con la misma esperanza y alegría
esperando la segunda venida del Señor.
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